Heterogénea e imposible de confinar en un género determinado, la trayectoria de Duchy Man Valderá, sembrada de exposiciones y premios, engloba disciplinas diversas: la ilustración, la pintura, el diseño de vestuario, la escritura de ficción.
Apasionada por el universo del cómic, a ella -y al ilustrador Alexander Izquierdo- le debemos la primera representación de Cuba en el Festival del Cómic de Bruselas, ciudad considerada como la capital de la historieta y donde hoy reside Duchy. En esta entrevista exclusiva compartimos con ustedes aspectos de la persona y de la obra de esta brillante ilustradora cubana.
Madame Chrysanthème et le Sicomore. Poster.
¿Cómo fueron tus comienzos en el ámbito de la ilustración? ¿Cómo y cuándo empezaste a ilustrar profesionalmente?
La “culpa” es de Tulio Raggi, quien fue mi maestro y más que amigo, un padre. Yo tenía ya una tímida, aunque larga, trayectoria en algunas galerías, publicaciones y proyectos artísticos pero me empecinaba en mantener un “trabajo de verdad”. Entonces, por allá por el 2005, el azar me puso en una circunstancia profesional bastante complicada y él lo sabía. Un día me llama y me dice “no pierdas más tiempo, toma una carpeta con tu trabajo, una memoria USB, lo que sea, y vete a la Editorial Gente Nueva”.
«Caí de lleno y sin paracaídas en el mundo de la ilustración infantil.»
Así lo hice y me encontré con María Elena Cicard, quien era en ese momento la jefa del Departamento de Diseño. Malena, como le decimos cariñosamente, es la persona más rigurosa y severa que he conocido en cuanto al nivel de calidad en la concepción de un libro. Ella vio en silencio todas las imágenes que le llevé, sin mover ni una ceja. Al final revisó unos papeles que tenía al lado y me dijo “aquí tienes un texto, son dos ilustraciones a color, tienes dos semanas”, sin más preámbulo, ni explicaciones. Así fue como caí de lleno y sin paracaídas en el mundo de la ilustración infantil.
Cuando alguien te pregunta a qué te dedicas, ¿con qué definición te identificas o te sientes más cómoda: ilustradora, pintora, historietista, dibujante…?
Prefiero decir artista, ya que es una palabra más abarcadora, es que realmente hago un montón de cosas diferentes. A todo lo que mencionas habría que añadir el diseño de vestuario, la escritura de guiones, la coordinación de proyectos artísticos, la promoción cultural… pero me defino como ilustradora.
Duchy Man Valderá. Foto: Patricia Mathieu.
Duchy Man Valderá. Foto: Julie Rausemberg.
«Tengo en la mesa de noche un cuaderno donde apunto los sueños en cuanto me despierto.»
¿Cuáles son tus referentes, lo que te inspira o te influye?
Todo. La vida, la gente, la música, la sociedad, el arte en general… aunque la materia prima fundamental soy yo misma, mi vivencia, “yo y mi circunstancia” como decía Ortega y Gasset. Depende de lo que vaya a hacer, si es un trabajo visual la inspiración es más abstracta. Si es algo más literario (un guión, por ejemplo) lo busco dentro de mí, y a veces tengo que ir bien al fondo… Te confieso que muchas de mis historias tienen un principio onírico, tengo en la mesa de noche un cuaderno donde apunto los sueños en cuanto me despierto. Luego lo dejo ahí y siempre vuelvo, a ver qué pesco. Cuando estaba escribiendo el guión de Rosa de La Habana sufrí un bloqueo argumental tremendo que se resolvió durante un sueño.
En cuanto a los referentes, son tantos, tan diversos y contradictorios, que no podría citar uno sin que se me olvide otro igual de importante, prefiero que la gente los descubra en la obra.
¿Qué tiene que tener una de tus ilustraciones para que estés satisfecha?
Eso es algo que no puedo definir pues no se trata precisamente de satisfacción, es más bien una cuestión de saber parar, de hacer el trazo justo en el lugar exacto y tener la certeza de que fue el último, que ya no se toca más. A veces me da la impresión de que es el mismo dibujo quien me lo dice, es como una corazonada, y si no percibo eso lo dejo hasta que me sienta en condiciones de continuarlo. Pero la verdad es que nunca sé cuándo voy a terminar. En el caso de las ilustraciones para textos ajenos, me siento más que satisfecha si mi trabajo cumple con las expectativas del escritor, o de la escritora, ya que sin proponérmelo creo que he “ilustrado” a más mujeres que a hombres.
Serie Luces de la Libertad Aire Louis Desaix.
Hi no Hime.
¿Qué papel jugó en tu carrera tu paso por la Editorial Gente Nueva?
Fue un punto de no retorno, el paso más importante que he dado en toda mi vida profesional. Todo lo que ha venido después es una sucesión de versiones mejoradas (o no) de ese momento crucial. Quiero mencionar particularmente el libro Loca por Roger, una antología de cuentos noruegos contemporáneos para adolescentes, que marca un antes/después muy preciso en la evolución de mi trabajo. Ese libro abrió una de las colecciones más atrevidas e interesantes de la editorial, la Colección Veintiuno, y agradezco a Malena Cicard y Enríque Pérez Díaz por darme esa oportunidad. Fue también por otro libro de Gente Nueva que se me otorgó el Premio Anual del Arte del Libro Raúl Martínez, en la categoría de ilustración, en el 2007. Gente Nueva es mi fragua, mi alma mater.
«Leyendas japonesas». Ilustraciones de Duchy Man Valderá.
Ilustración para el libro «Cuentos Populares Rusos».
«El cómic es una consecuencia natural. No me quedaba otra opción.»
¿Qué representa el universo del cómic en tu obra? ¿Qué te atrae y qué te ofrece ese universo? ¿Por qué decidiste incursionar en él?
Toda la vida he sido una devoradora de cómics. Me intriga y me deslumbra su doble narración: gráfica y literaria. Teniendo en cuenta que en ese género lo más importante es la literatura, que es lo que sostiene al resto de la estructura, pero que alcanza todo su esplendor en la concepción visual. Un solo argumento que se cuenta simultáneamente en dos lenguajes distintos, perfectamente complementados, ¡una locura! Allí donde un buen cartel es un puñetazo, el cómic es una paliza dilatada, un knock out dosificado. Las posibilidades que ofrece, aún dentro de sus reglas técnicas bien definidas, son prácticamente infinitas. Para alguien como yo, que dibuja y que escribe ficción regularmente, que ilustra sus propios textos, el cómic es una consecuencia natural. No me quedaba otra opción.
Háblanos de “Rosa de La Habana”. Primeramente, ¿nos puedes resumir de qué trata?
Narra la historia de un músico de provincias que se establece en la capital, se enamora de una prostituta y el romance termina mal. Nada nuevo, tan solo la tragedia predecible de alguien que se encuentra cara a cara con la Fatalidad en el momento justo y el lugar adecuado.
Un periodista belga la definió como “drama musical en historieta”, cosa que me halagó muchísimo pues soy una fanática total de la ópera y el teatro musical. Y la columna vertebral, la verdadera protagonista de la historia, es la música, en este caso la cubana.
Rosa de La Habana. © Ediciones Mosquito.
¿Cómo llegó a ti el proyecto? Cuéntanos un poco del proceso de trabajo y de la colaboración con Alexander Izquierdo.
Todo empezó durante la preparación del álbum colectivo Soñar La Habana. Izquierdo necesitaba un guión que hablara de La Habana y quería que fuera una tragedia relacionada con la música. Así de simple, y yo siempre tengo alguna historia que contar. Rosaes una narración muy personal. Aunque no es estrictamente autobiográfica, en ella hago referencias a recuerdos de mi infancia, a sucesos y personas reales. Tres de los protagonistas están inspirados directamente en esa cantante tremenda que fue La Lupe, en el trovador Manuel Corona y en Alberto Yarini. Pero fue sobre todo un ejercicio de nostalgia del emigrante, al menos la primera versión (de 14 planchas) que finalmente apareció en Soñar La Habana.
«Lo que más me preocupaba era poder transmitirle lo que yo tenía en la cabeza, para que a partir de ahí él pudiera dar rienda suelta a su maestría como dibujante.»
El proceso de realización fue particularmente difícil pues trabajamos a distancia. Ya yo estaba radicada en Bruselas y no tenía comunicación directa con Izquierdo, que estaba en La Habana. Tenía que mandarle el guión a pedazos a medida que lo iba escribiendo, detallado minuciosamente, con alguien que fuera para Cuba. Y al mismo tiempo el “découpage” (o diseño de página) con toda la puesta en escena de las secuencias, los elementos visuales para la ambientación, el vestuario, la estética de la época en cuestión (los años 50). Yo era consciente de que para Izquierdo sería muy difícil, si no imposible, acceder a toda la documentación y me pasé horas bajando de internet fotos, audiovisuales y cualquier otra cosa que pudiera servirle como referencia. Lo que más me preocupaba era poder transmitirle lo que yo tenía en la cabeza, para que a partir de ahí él pudiera dar rienda suelta a su maestría como dibujante. Pero la cosa fluyó bien, al fin y al cabo Rosa es una historia hecha enteramente pensando en el dibujo de Izquierdo; cada cuadro, cada secuencia están hechos expresamente a su medida, como un guante, y él los sublimó. Creo que el secreto de su encanto es precisamente la cohesión entre mi narración y la suya, la visual.
Rosa de La Habana. © Ediciones Mosquito.
Rosa de La Habana. © Ediciones Mosquito.
Izquierdo y Valderá.
Cito un momento en que el protagonista destroza una vitrola, en lugar de poner cualquier aparato más o menos creíble, busqué un modelo de vitrola que ya existiera en esa época y que además se adecuara a la estética de Izquierdo. Finalmente me decidí por la vitrola Wurlitzer 1015, tanto busqué que hasta encontré los planos de ese modelo e incluso un video muy detallado en el que se ve uno de esos artefactos destruido, antes de su reparación. Todo eso se lo envié a Izquierdo, pues para poder romper el aparato (idealmente) tiene que saber cómo funciona, cómo es por dentro. Incluso le recomendé que fuera al Hotel Nacional, donde hay una de esas vitrolas y que la tocara, que se la aprendiera de memoria. No sé si lo hizo, pero en todo caso una de mis secuencias favoritas del libro es ese en que la vitrola explota, con los vinilos astillados volando por doquier…
Esa primera versión de 14 planchas de Rosa llamó la atención de Michel Jans, el director de Mosquito, una pequeña pero muy prestigiosa editorial francesa. Nos propuso hacer un libro con esa versión corta y otra historia similar para completar, o bien alargar la trama hasta que alcanzara las 44 planchas. Yo preferí la segunda opción pues se me habían quedado muchas cosas por decir y esa era la oportunidad de hacerlo. La creación de esta Rosa definitiva fue todavía más accidentada, a todas las dificultades anteriores se sumó el hecho de que la esposa de Izquierdo y yo estábamos embarazadas. En mi caso con ciertas dificultades de salud que se iban complicando a medida que el proyecto avanzaba. Puse el punto final al guión en medio de un reposo absoluto obligatorio y con la moral por el suelo. Poco tiempo después, el mismo día, nacerían mi hija y la de Izquierdo y es a quienes está dedicado el libro.
«El éxito en el mundo del cómic es un elemento ambiguo e indescifrable.»
¿Cuáles piensas fueron los factores del éxito de ese proyecto?
Lo ignoro. El éxito en el mundo del cómic es un elemento ambiguo e indescifrable. Puede que sea el hecho de que Rosa es la primera historieta enteramente cubana publicada en francésy eso le da un halo de novedad. Puede que sea el exotismo (“maldita” circunstancia) de la condición cubana… de lo que sí estoy segura es del maravilloso dibujo de Izquierdo y del carácter musical de la historia, incluso hay una playlist en Deezer que funciona como “banda sonora” del libro. Rosa tiene su propio público, lectores que se me han acercado en festivales, galeristas y coleccionistas de cómic que han adquirido sus planchas originales, periodistas que han escrito sobre ella… y así está bien, yo prefiero un solo lector que haya visto su alma a mil que se queden en la superficie o que lo entiendan todo al revés. Lo que cuenta Rosa no es nada nuevo, es algo que ya ha sido y será contado infinitas veces. A mí no me interesa ser original, hoy en día ya es casi imposible serlo, mi único empeño es no dejar indiferentes a aquellas personas que me interesan.
Rosa de La Habana. © Ediciones Mosquito.
Rosa de La Habana. © Ediciones Mosquito.
En tu opinión, ¿qué haría falta para darle más visibilidad a la historieta cubana?
Publicaciones. Todas las posibles.
La historieta, ahora justamente reconocida como arte, es básicamente un soporte, tal vez el medio más eficaz para transmitir un mensaje. Es esencialmente democrática, pues no es necesario saber leer para entender lo que dice, es pendenciera y eso la hace también temible, el ejemplo definitivo de ello es la masacre de los dibujantes de Charlie Hebdo.
«Es preciso volver a tener revistas como Pablo o Cómicos, cuya esencia y razón de ser era la creación de historietas artísticas, no la divulgación de contenidos didácticos.»
Estoy convencida de que su formato ideal es la revista o el periódico, con una tirada más o menos regular, que le permita circular de mano en mano y llegar a lugares insospechados, por eso es un género “vivo”. Hacen falta publicaciones diferentes entre sí, incluso antagonistas pues la diversidad discursiva, estética, conceptual, la emulación entre autores, son indispensables para mantener la buena salud del género. La dinámica de una publicación periódica, su necesidad de inmediatez y continuidad, de “competencia” no dejan margen a la desidia. Cierto, en Cuba hay publicaciones que incluyen historietas, pero son sólo un elemento más dentro de las mismas, no el núcleo. Estoy diciendo que es preciso volver a tener revistas como Pablo o Cómicos, cuya esencia y razón de ser era la creación de historietas artísticas, no la divulgación de contenidos didácticos. En los años 80 había suficiente diversidad en las publicaciones (como debe ser) pero hay que asumir de una vez que esa “Edad Dorada” no va a regresar por arte de magia y que son los historietistas de hoy los que deben labrarse su propio camino con los medios que tengan a mano, los que sean. Los grandes maestros de la historieta cubana, aquellos de los 80, seguro que tampoco lo tuvieron fácil.
En Cuba existen muchos prejuicios culturales en contra de la historieta y eso no va a cambiar inmediatamente, pero estamos en una época en que la diversidad tecnológica permite soportes alternativos. Creo que el mejor ejemplo de ello fue la fugaz APULPSO, hasta el momento la mejor revista cubana de historietas de los tiempos que corren, tan coherente y completa que su brevedad la consagra. Publicaciones, sí, y el respaldo de las editoriales. Afortunadamente algunas como Luminaria, con el persistente Arturo Delgado Pruna, no cejan en su determinación de editar historietas. Apoyo de las instituciones para darle visibilidad nacional e internacional a eventos como el camagüeyano ArteCómic, el único festival del género en el país y que bien debería tener su propio espacio en la Feria del Libro de La Cabaña. O tal vez un coloquio que aglutine a autores (guionistas, dibujantes, editores, profesores) como parte del programa de este evento literario internacional. Patrocinio estatal para fomentar el intercambio entre historietistas extranjeros y cubanos, no solamente en La Habana sino en provincias, encuentros nacionales para ayudar a la formación de editores y guionistas especializados en el género, que es de lo que más adolece nuestro país.
En la historieta, disentir es un deber. Necesitamos una Crítica concienzuda, exigente, especialistas que digan las cosas claramente cuando están bien o mal, para evitar tanto el ostracismo arbitrario como la vanidad. Pienso en Caridad Blanco, en Antonio E. González Rojas, que mucho ha hablado de la historieta cubana, aplicando como pocos el principio martiano del “látigo con cascabeles en la punta”. Y persistencia, mucha, demasiada, toda la que hasta ahora se ha tenido y aún más.
Al respecto quiero compartir una anécdota. Una vez, en el Festival Internacional de Historietas de Argel (FIBDA) se me acerca Paul Gravett, uno de los más importantes especialistas mundiales del género, para mostrarme un grueso volumen de su autoría titulado 1001 cómics que hay que leer antes de morir (con prólogo nada menos que de Terry Gillian). Y qué sorpresa, qué orgullo, ver que estaban incluidos Chago Armada y Antonio Prohías. O sea, que a pesar del desdén que pesa sobre la historieta en nuestro país, ella encuentra sus propias vías para darse a conocer. Y lo hace por mérito propio.
Duchy Man Valderá junto a Paul Gravett, FIBDA 2011.
Duchy en compañía del historietista argentino José Muñoz y su esposa.
¿Qué representa vivir en Bruselas, “la capital de la historieta”?
Es un privilegio de doble filo. Voy a detenerme en lo que percibo como “inconvenientes” antes de pasar a las ventajas, que por fortuna los superan. Bruselas es, por tradición, el corazón de la historieta francobelga, el cómic es parte intrínseca de su espíritu. Sin embargo, la producción desmedida, la demanda y la competencia brutales, la especulación en torno al comercio de planchas originales, la saturación del mercado… todo ello ha creado un ambiente malsano, casi decadente, que le quita las ganas de seguir en el gremio a cualquiera que venga de fuera y no conozca los entresijos de ese universo tan peculiar. Da la casualidad que mi esposo es editor de manga e historieta (hago énfasis en ello pues aunque son géneros “idénticos” se rigen por patrones distintos), eso me permite estar en contacto con los aspectos más tediosos y menos visibles de la concepción de una historieta. Puedo ver las cosas desde la “otra orilla”. Sumándolo a mi punto de vista como creadora, eso me da una visión más global del fenómeno y a veces tropiezo con situaciones tan aberrantes que me dan ganas de dedicarme a otra cosa.
«No puedo imaginarme viviendo en otro sitio, la verdad.»
Por otro lado, esa omnipresencia de las historietas, que aquí son la cosa más natural del mundo, te permite acceder a muchísima información; la diversidad es tal que siempre se puede descubrir algo nuevo, o encontrar una perla rara donde menos te lo imaginas. Hay una voluntad real de las entidades estatales de promover y salvaguardar la historieta (considerada patrimonio): hay escuelas superiores que incluyen al cómic y la ilustración entre sus carreras (el Instituto Saint-Luc, la Escuela de Experimentación Gráfica), hay museos, premios, becas, concursos, eventos teóricos, festivales, editoriales de prestigio mundial, periodismo de calidad especializado en el género y sobre todo, lectores, para todos los gustos y de todas las edades. Como dije al principio, es un privilegio, y si se logra aprender a lidiar con su lado más ingrato, es un verdadero placer. De más está decir que ese es mi caso, no puedo imaginarme viviendo en otro sitio, la verdad.
Conferencia en la Fiesta del Cómic de Bruselas, 2015.
Fiesta del Cómic de Bruselas, 2018.
¿El título de un trabajo por el que sientes un cariño especial o del cual te sientes especialmente orgullosa?
Loca por Roger, la antología que ya mencioné antes, y uno que acabo de ilustrar, El trono de Ecbactana: La flor transparente, el segundo una trilogía de Elaine Vilar, y que ha sido el único libro que me ha dolido terminar. La fusión entre el trabajo de la escritora y el mío propio ha sido tan profunda que hemos decidido que voy a ilustrar toda la serie, para que guarde su coherencia. Ambos libros son publicados por Gente Nueva. Rosa de La Habana, o más precisamente, integrar el catálogo de autores de la editorial Mosquito, junto a “monstruos” como Sergio Toppi y Dino Battaglia. También te puedo hablar de proyectos que coordiné y llevé a la Fábrica de Arte Cubano en dos ocasiones, durante la Semana Belga: Melvile en La Habana un proyecto transmedia del historietista Romain Renard y las exposiciones simultáneas Making de una historieta de François Deflandre y Panorámicas: Arte en el Arte, muestra colectiva de cómic e ilustración belgocubana, con la galería bruselense Huberty & Breyne. Y también mi participación en la fabricación de la maqueta del buque Santísima Trinidad, expuesto en el Castillo de la Fuerza, en La Habana. Ya dije al principio que hago un montón de cosas diferentes…
«El trono de Ecbactana». Ilustraciones de Duchy Man Valderá.
¿Qué dibujante(s) o ilustrador(es) cubano(s) recomendarías a los que quieran conocer sobre la obra de otros ilustradores de nuestro país?
Una pregunta difícil de responder pues sé de antemano que se me quedará alguien fuera injustamente. Sin embargo es muy directa y sería simplista dejarla en un ambiguo “todos/as son buenos/as” cuando lo que más necesitan los creadores cubanos es visibilidad, con nombre y apellidos. Voy a quedarme solamente en los ilustradores/historietistas y no en los diseñadores gráficos, o la lista será interminable. Me excuso de antemano con ellos y con cualquiera que se me olvide mencionar.
Como hay que darle al César lo que le corresponde, empiezo por la “vieja guardia”: Conrado Massaguer, Jaime Valls, Enríque García Cabrera, Tulio Raggi, Rafael Morante, Vladimir González, Virgilio Martínez, Chago Armada, Rapi Diego, Orestes Suárez, Luis Bencomo, Eduardo Muñoz Bachs, Roberto Alfonso, Luis Lorenzo, Enríque Martínez, Ubaldo Ceballos, Alexis Lago, José Luis Posada, Gustavo Rodríguez, Vicente Rodríguez Bonachea, Arístides Hernández, Ricardo Reyes…
Y entre los más jóvenes: Arassay Hilario, María Esther Lemus, Noel Cabrera, Irán Hernández Castillo, Osvaldo Pestana Montpeller “Montos”, Arturo Palacios, Nelson Ponce, Brady Izquierdo, Ramsés Morales, Mayo Bous, Ermitis Blanco, los hermanos Lumpuy, Yunior Fonseca, Yolyanko William, Karen Rivero, Maikel García, Yunier Serrano, Yaimel López, Yahilis Fonseca, Iris Fundora, Marla Albo, Renier Quer “Requer”, Claudia Patricia Pérez quien tiene una estética erótico-trash muy personal, o Leo Canosa y Roberto Ramos, que elevan el tatuaje a la categoría de ilustración corporal… Y una mención particular a Miguel Angel Díaz “MAD”, quién desde su página de Facebook El baúl de los recuerdos del cómic pone a disposición de todo el mundo un gran volumen de información relativa a la historieta clásica cubana (cubiertas, publicaciones, anécdotas) que integran su colección personal.
Soy consciente de que mi lista no es exhaustiva, hay nombres que ignoro y otros que simplemente se me olvidan, pero estoy segura de que a quien le interese indagar debidamente en el enorme talento gráfico cubano, encontrará los nombres que faltan y muchísimos más.
¿En qué nuevos proyectos trabajas o qué proyectos tienes para el futuro?
Ahora mismo estoy ilustrando para Gente Nueva una versión literaria de la ópera Turandot. Además estoy trabajando en una historieta nueva que dibujaré yo, aunque el guión es en colaboración con el autor belga François Deflandre, y que está libremente inspirada en una narración de horror del escritor galés Arthur Machen. Tengo “en producción” una re-lectura en versión cómic del mito de Tristán e Isolda, que transcurre en La Habana contemporánea, y en taller hay como tres o cuatro guiones que me gustaría escribir para dibujantes cubanos.
No obstante, mi proyecto más importante para el futuro es vivir cada día como si fuese el último.
Turandot.